La falta de concentración puede deberse a varios factores, puede ser consecuencia de cansancio o fatiga, mal dormir, entre otros. Pero ¿qué pasa cuando la falta de concentración está asociada a síntomas como impulsividad e inquietud y esta situación empieza a interferir en la vida diaria? Allí es cuando se sospecha que puede haber un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
Existen mitos en relación al diagnóstico de déficit atencional en el adulto, puesto que muchos creen que es un trastorno del desarrollo en la niñez. La realidad es que un 60-85% de niños con TDAH continúan cumpliendo criterios diagnósticos en la adolescencia y en un 40-60% el trastorno persiste en la edad adulta. (1)
La prevalencia del TDAH en el adulto es de 2,5% a 3,4%. (1) Con frecuencia este trastorno es hereditario y se pasa en las familias. Un niño con TDAH tiene una probabilidad de 1 en 4 de tener padres con el mismo diagnóstico. También es probable que otro miembro cercano de la familia, como un hermano, pueda tener TDAH. Algunas veces, el TDAH es diagnosticado en un padre al mismo tiempo que en el niño. (2)