Es importante entender por difícil que parezca, que nuestro cerebro está conectado con nuestro intestino y acá, la microbiota jugaría un rol bidireccional clave.
La microbiota está compuesta por millones de microrganismos que viven en nuestro organismo, encontrándose la gran mayoría en nuestro intestino, cumpliendo distintas funciones, entre metabólicas e inmunitarias. Esta se puede ver afectada por hábitos como la dieta o alimentación, algunos fármacos, entre otros factores.
Podemos definirla como comunidades de microorganismos que habitan en un sitio anatómico especifico y que interaccionan entre sí autorregulando su concentración numérica y su dinámica metabólica, y que puede influir en el estado de salud o enfermedad del ser humano.
Estos diferentes grupos de bacterias son estables y se les atribuye un papel determinante en el desarrollo de la inmunidad y la capacidad para responder frente a diferentes microorganismos, siendo considerados como la primera línea de defensa contra agentes patógenos.
Por este motivo, la microbiota debe mantenerse en equilibrio y con predominio de bacterias saludables
Hace años que se ha postulado la relación bidireccional entre la microbiota y nuestro cerebro señalando los efectos de uno sobre el otro a través de una relación entre distintos sistemas nerviosos de nuestro organismo diversas vías de comunicación, como el nervio vago, el sistema circulatorio y el sistema inmune.3
Es así como una microbiota sana y equilibrada puede beneficiar tu cerebro y es aquí donde los probióticos juegan un rol clave en la salud y equilibrio de nuestra microbiota afectando positivamente esta relación con el cerebro.